Esta mañana, mientras andaba en los pequeños quehaceres diarios de casa, seguía a Ximo Puig, el jefe de los socialistas valenciano, en una entrevista en el programa “Al rojo vivo” a cerca de las primarias, todavía no convocadas, del partido. Después del anuncio del anuncio (digo bien “anuncio del anuncio”) de la intención de Susana Díaz de presentase como candidata en las mismas, el aparato del PSEO se ha puesto en marcha: ha abierto una cuenta de partido a nombre de la todavía no anunciada candidata, y ha conminado a los ya sí anunciados precandidatos a hacer lo mismo. Por parte del equipo de Sánchez, todo son recelos y sospechas. Acusan a la Gestora de parcialidad y falta de legitimidad para ejercer de “árbitro y moderador” del proceso. Ya antes habían elevado a denuncia pública las quejas por centenares de afiliaciones paralizadas. Sobre la entrevista, más de lo mismo. Llamamientos a la cordura, al respeto a los órganos del partido, a no dividir a los socialistas; proclamas de un PSEO “autónomo”, afirmación de la legalidad y neutralidad de la Gestora… Y todo dirigido contra la candidatura de Sánchez.
Pero el elemento debilitante de la Gestora no es su legalidad, sino su legitimidad, por ser a resultas de un proceso probablemente ilegítimo, a partir de la conspiración de la “baronía” contra una dirección que pretendía un viraje del partido hacia un entendimiento de las izquierdas, y que, sobre todo, y fruto de una acertada lectura de lo que una mayoría de militantes y votantes no quería, y en sintonía con los pronunciamientos del Comité Federal, hasta entonces, decidió no favorecer un gobierno de la derecha. Uno esperaría, como yo entonces esperaba, que en el seno de los órganos del partido(en el Comité Federal, por ejemplo), se sometiera a voto, previo debate interno, franco y sincero, las distintas preferencias; un debate en el que los partidarios de una y otra expusieran sin ambages las razones por las cuales el partido debiera decantarse por la propia. Y aquí radicaba el problema: en un debate sincero, abierto y democrático, las partes se verían obligadas a retratarse. Pero la “baronía”, capitaneada en la sombra por Susana Díaz, eterna aspirante a dirigir el partido, no quería cargar con el estigma de quien apoyara, por activa o pasiva, a la derecha. De ello quería se encargara Sánchez, al que se convertiría en chivo expiatorio ante militantes y votantes, quedando así impoluta Díaz para su próxima e inmaculada entronización. Por lo que recurrieron al juego sucio y, haciendo un uso retorcido de la literalidad de los estatutos, uso contario al espíritu de los mismos, provocaron, por inducción, aquella dimisión en bloque de parte de los miembros de la Ejecutiva Federal, de mayoría de miembros de la Federación andaluza.
El resultado fue que Sánchez llegó al fatídico Comité del uno de octubre en una situación de extrema debilidad institucional, lo que facilitó la imposición de un “orden del día” a medida de la “baronía”, con el que ésta falseaba el debate de interés y encubría sus verdaderas intenciones: abstenerse y favorecer un gobierno del PP.
Para cualquier mirador mínimamente objetivo, sería razonable, razonable por demasiado obvio, pensar que el aparato del partido socialista que se volcó en contra de su último secretario general para apearlo del proceso político poselectoral, haga lo propio para prevenirse de su posible y probable victoria en las próximas primarias del partido. Aquella exhibición máxima de la desvergüenza quedaría sin sentido si, unos pocos meses después, estuviera asistiendo, contemplativo, a la vuelta del defenestrado.
Decir que Susana Díaz es la candidata del aparado del PSOE (léase stablishment), también parece otra obviedad. La Federación andaluza es mayoritaria en la Comisión Gestora, se ha jugado con los tiempos a su conveniencia, y lo más llamativo, se ha abierto una cuenta de partido a su nombre, nada más anunciar el anuncio de su precandidatura. No es ni tan siquiera precandidata y ya tiene una cuenta con Ferraz, exigiendo cumplimiento de lo mismo a los demás equipos, en nombre del cumplimiento de la Ley de financiación de partidos, a pesar de las fuertes razones que hay a favor de lo probable de que este escenario o supuesto esté fuera de la misma. Una acción que puede parecer torpe por parte de la Gestora, pero que responde a una acción táctica precisamente orientada a controlar cuanto antes la evolución de la candidatura de Sánchez, a través del control de sus finanzas, que están siendo significativas gracias a su campaña de micromecenazgo. Parece obvio decir que Gestora, “aparato” y Susana son lo mismo, y que están fundamentados los recelos de la candidatura sanchista.
Aquí, obviedad, lo obvio, tiene categoría de “principios” en la teoría del conocimiento del sistema aristotélico. Los principios son universales y necesarios, construidos en un proceso de intelectualización a partir de la percepción de lo sensible. En su carácter de incuestionables se apoya la producción de la ciencia y el conocimiento. Aristóteles también defendía que la única realidad es la de las cosas sensibles, las que podemos sentir, oír, ver, tocar…
Causa cansancio anímico ver cómo día tras día campan por los medios negando lo que vimos, vivimos, sentimos, escuchamos… O son necios, o están en contra de Aristóteles. O es más atinado concluir que son necios por ir contra Aristóteles.
Fuente: OPINIÓN